LA DELINCUENCIA, LA VIOLENCIA Y EL SENTIMIENTO DE INSEGURIDAD
La violencia siempre fue un motor del desarrollo de la historia social. Se pueden englobar asesinatos, atentados, guerras pero también ataques contra la propiedad privada, violencia doméstica y agresiones físicas, entre otras. Asimismo, la violencia como fenómeno, afecta al desarrollo y al bienestar de la población. Cuando la población es propensa a sufrir un acto de delincuencia o violencia, va cediendo su felicidad, su capacidad creativa, su interacción social y su productividad. Se generan angustias y resignaciones, perdiendo la capacidad de proyección. Hemos expuesto que la inseguridad como expresión de la violencia, no sólo depende del hecho consumado, sino que existe una percepción de inseguridad que acrecienta la pérdida de cohesión social. Lo que ocurre con la sensación de inseguridad como fenómeno, es que no se define en tanto sinónimo de delito. Por el contrario, la percepción de inseguridad es la sensación de una amenaza que puede ocurrir de manera azarosa, es decir, es la convivencia con el sentimiento de que en algún momento el individuo termina perjudicado. Todo acto de violencia es una dominación de poder, en el que se le exige al agredido que realice algo que por libre y propia voluntad no está dispuesto hacer. En este sentido, la violencia como relacionamiento de poder se convierte en un abuso. La sensación de Inseguridad y la delincuencia, son discursos violentos de la elaboración social de la realidad capaz de provocar movilización social, es decir, producir efectos de realidad y efectos en la realidad. Al producir efectos de realidad, la subjetividad de la población altera su percepción de integridad, libertad y seguridad y produce un sujeto-sujetado al aislamiento, fobia social,
pánico. En esta relación de poder, se manifiesta la debilidad de sectores propensos a ser agredidos.
Sin embargo, es necesario aceptar también, que hay violencias silenciosas como déficit de vivienda, salud, salarios entre otras, que perjudican y marginan a sectores proclives a ser agresores.
En los hechos de violencia no existe segmentación marcada entre los distintos estratos a pesar de que se observa una leve tendencia a que disminuyan al aumentar el nivel socio económico. No ocurre lo mismo con los hechos de delincuencia, que son menores en los estratos bajos aumentando fuertemente en los niveles medios y altos. Es evidente que las personas con mayor nivel adquisitivo presentan una oportunidad para delinquir más atractiva. El lugar elegido para delinquir depende de la ubicación geográfica del sector más vulnerable. Sin embargo, el lugar más delicado, no depende sólo de la mayor oportunidad delictiva de apropiación, sino también de las condiciones en las que el delincuente puede llevar a cabo su tarea. Por ello, es importante recordar que existen diferencias sustanciales en los niveles de desarrollo logrados por los diferentes estratos socio económicos en términos de acceso a los
recursos de inclusión social. Quienes pertenecen a estratos más altos, poseen mayores posibilidades de acceso a bienes públicos, dada la posibilidad de disfrutar en forma privada de aquellos bienes que no se brindan de manera pública, o que se brindan de forma ineficiente. Uno de estos recursos es el acceso a vigilancia policial que aumenta a medida en que se mejoran las condiciones socio económicas y además influye de manera significativa sobre el aumento o disminución de la delincuencia. La presencia de efectivos policiales disminuye el porcentaje de delitos y la ausencia de los mismos los eleva en todos los estratos socio económicos analizados. Ubicar el hecho de violencia en el lugar de residencia de los hogares, permite comprender que la violencia física es baja en relación a los hechos delictivos. Sin embargo, la misma está presente en todos los sectores. La violencia entendida como una agresión física, violencia doméstica, abuso o por causa de un hecho delictivo, sucede en toda clase de familias, ricas o pobres, en capital o en el interior, en villas y también en residencias de estratos socio económicos altos. Un ejemplo de ello, es que los hogares en urbanización de estratos medios y medios bajos son más propensos a recibir violencia física que los estratos bajos y medios altos. Respecto de los hechos de delincuencia, podemos observar que los hogares en urbanización de estratos medios y altos manifiestan más hechos de delincuencia que aquellos hogares asentados. Hemos resaltado el atractivo delictivo que provoca el hogar de estratos altos, pero también una mayor dificultad en la operatoria delictiva por condiciones de protección. A pesar de ello, la delincuencia no puede ser argumentada por pobres que roban a ricos.
Para intentar caracterizar una tipología del delincuente hay que pensar al individuo como enfrentado a un dilema de tipo shakesperiano: ser participe o no de actividades delictivas. De esta forma, el crimen se produce por una desviación en el comportamiento del individuo y sus causas deben buscarse en factores o circunstancias sociales o familiares que provocan ese desvío. Asimismo, hay que analizar la motivación propia del delincuente ya que las personas con más propensión al delito serán aquellas que no tienen proyectos o planes a largo plazo o no se preocupan por el futuro. Esto es así porque muchos delitos se pueden pensar como actos para obtener ganancias inmediatas y costos de largo plazo (el costo de ser
atrapado tarde o temprano). A su vez, como es alta probabilidad de que aquel que participa en el mercado del delito se involucre en hechos de violencia, los autores concluyen que sólo los individuos con una alta tolerancia hacia la violencia participarán de ese mercado. En el anterior informe concluíamos que el mirar noticiero afecta en alguna medida la percepción de inseguridad de los entrevistados, no generando el fenómeno pero sí incidiendo en su magnitud. Asimismo, los medios de comunicación parecieran estar creando un perfil de agresor orientando el temor existente hacia los “sospechosos de siempre”: pobres, sectores populares y jóvenes marginados. Existe una clara correlación entre la situación social y la decisión individual de participar o involucrarse en la comisión de delitos. Tanto los altos niveles de desigualdad como de desempleo generan violencia social ya que quitan identidad a las personas y las aísla socialmente desechando toda posibilidad de generar proyectos a largo plazo y encontrando en la delincuencia una forma de vida. Por esta razón, si se quiere solucionar el problema de la delincuencia juvenil considerando la situación de los jóvenes delincuentes y preocupándonos por su futuro, deberíamos darles una posibilidad de reeducación y reinserción en la sociedad y para ello sentarnos a debatir y proyectar para encontrar una solución. Sin embargo, es claro que el estado debe contemplar acciones frente a la participación de menores en hechos de gravedad, que pongan en riesgo la vida de los ciudadanos. Dios bendiga a esta jungla de cemento.
Buenas Olas,
Cheo
pánico. En esta relación de poder, se manifiesta la debilidad de sectores propensos a ser agredidos.
Sin embargo, es necesario aceptar también, que hay violencias silenciosas como déficit de vivienda, salud, salarios entre otras, que perjudican y marginan a sectores proclives a ser agresores.
En los hechos de violencia no existe segmentación marcada entre los distintos estratos a pesar de que se observa una leve tendencia a que disminuyan al aumentar el nivel socio económico. No ocurre lo mismo con los hechos de delincuencia, que son menores en los estratos bajos aumentando fuertemente en los niveles medios y altos. Es evidente que las personas con mayor nivel adquisitivo presentan una oportunidad para delinquir más atractiva. El lugar elegido para delinquir depende de la ubicación geográfica del sector más vulnerable. Sin embargo, el lugar más delicado, no depende sólo de la mayor oportunidad delictiva de apropiación, sino también de las condiciones en las que el delincuente puede llevar a cabo su tarea. Por ello, es importante recordar que existen diferencias sustanciales en los niveles de desarrollo logrados por los diferentes estratos socio económicos en términos de acceso a los
recursos de inclusión social. Quienes pertenecen a estratos más altos, poseen mayores posibilidades de acceso a bienes públicos, dada la posibilidad de disfrutar en forma privada de aquellos bienes que no se brindan de manera pública, o que se brindan de forma ineficiente. Uno de estos recursos es el acceso a vigilancia policial que aumenta a medida en que se mejoran las condiciones socio económicas y además influye de manera significativa sobre el aumento o disminución de la delincuencia. La presencia de efectivos policiales disminuye el porcentaje de delitos y la ausencia de los mismos los eleva en todos los estratos socio económicos analizados. Ubicar el hecho de violencia en el lugar de residencia de los hogares, permite comprender que la violencia física es baja en relación a los hechos delictivos. Sin embargo, la misma está presente en todos los sectores. La violencia entendida como una agresión física, violencia doméstica, abuso o por causa de un hecho delictivo, sucede en toda clase de familias, ricas o pobres, en capital o en el interior, en villas y también en residencias de estratos socio económicos altos. Un ejemplo de ello, es que los hogares en urbanización de estratos medios y medios bajos son más propensos a recibir violencia física que los estratos bajos y medios altos. Respecto de los hechos de delincuencia, podemos observar que los hogares en urbanización de estratos medios y altos manifiestan más hechos de delincuencia que aquellos hogares asentados. Hemos resaltado el atractivo delictivo que provoca el hogar de estratos altos, pero también una mayor dificultad en la operatoria delictiva por condiciones de protección. A pesar de ello, la delincuencia no puede ser argumentada por pobres que roban a ricos.
Para intentar caracterizar una tipología del delincuente hay que pensar al individuo como enfrentado a un dilema de tipo shakesperiano: ser participe o no de actividades delictivas. De esta forma, el crimen se produce por una desviación en el comportamiento del individuo y sus causas deben buscarse en factores o circunstancias sociales o familiares que provocan ese desvío. Asimismo, hay que analizar la motivación propia del delincuente ya que las personas con más propensión al delito serán aquellas que no tienen proyectos o planes a largo plazo o no se preocupan por el futuro. Esto es así porque muchos delitos se pueden pensar como actos para obtener ganancias inmediatas y costos de largo plazo (el costo de ser
atrapado tarde o temprano). A su vez, como es alta probabilidad de que aquel que participa en el mercado del delito se involucre en hechos de violencia, los autores concluyen que sólo los individuos con una alta tolerancia hacia la violencia participarán de ese mercado. En el anterior informe concluíamos que el mirar noticiero afecta en alguna medida la percepción de inseguridad de los entrevistados, no generando el fenómeno pero sí incidiendo en su magnitud. Asimismo, los medios de comunicación parecieran estar creando un perfil de agresor orientando el temor existente hacia los “sospechosos de siempre”: pobres, sectores populares y jóvenes marginados. Existe una clara correlación entre la situación social y la decisión individual de participar o involucrarse en la comisión de delitos. Tanto los altos niveles de desigualdad como de desempleo generan violencia social ya que quitan identidad a las personas y las aísla socialmente desechando toda posibilidad de generar proyectos a largo plazo y encontrando en la delincuencia una forma de vida. Por esta razón, si se quiere solucionar el problema de la delincuencia juvenil considerando la situación de los jóvenes delincuentes y preocupándonos por su futuro, deberíamos darles una posibilidad de reeducación y reinserción en la sociedad y para ello sentarnos a debatir y proyectar para encontrar una solución. Sin embargo, es claro que el estado debe contemplar acciones frente a la participación de menores en hechos de gravedad, que pongan en riesgo la vida de los ciudadanos. Dios bendiga a esta jungla de cemento.
Buenas Olas,
Cheo